Foto: Prof. Joaquin Aparício Tovar
¿DEFICIT?
: EL DE DEMOCRACIA EN LA UNIÓN EUROPEA
(*) Joaquín
Aparicio Tovar
La obsesión por
el equilibrio presupuestario de la derecha europea se ha impuesto en España con
una reforma de la Constitución sin que el titular de la soberanía, el pueblo,
haya podido pronunciarse. Ha bastado un diktat de las élites que gobiernan la
Unión Europea. En la tragedia griega un atropello ha ido detrás del otro. Ha
bastado el anuncio de la intención de llamar en referéndum al pueblo para
pronunciarse sobre las medidas de ajuste impuestas por la UE, para que los
especuladores supranacionales, a quienes los medios de formación de la opinión
denominan como “mercados” temblasen primero para, poco después, hacer que
reaccionasen sus diligentes servidores (FMI, Comisión Europea, Sarkozy,
Merkel). El resultado ya es conocido, en Grecia un gobierno elegido
democráticamente ha presentado la dimisión. En Italia, aún con sus peculiaridades, ha ocurrido algo parecido. La pugna entre
democracia y “mercados” se está decantando a favor de estos últimos. Las recetas
de los organismos internacionales tienen que ser aplicadas por tecnócratas
salidos de los intestinos de la gran banca, precisamente la que tanto ha
contribuido a la generación de esta crisis. Es un escándalo que gente de
Goldman Sachs sea la que tenga las riendas del gobierno económico de Europa. Es
como poner al zorro a cuidar del gallinero.
No es extraño
que los ciudadanos sientan una desafección de la integración europea, pero como
desde la UE se imponen impopulares medidas a los Estados miembros, esa
desafección se contagia también de las instituciones representativas de estos.
La crisis no es ya económica y social,
sino también política. Se ha producido una inversión importante porque muchos
ciudadanos europeos podían estar razonablemente orgullosos de la integración
europea, conseguida, aún con sus
contradicciones y dificultades, hasta el Tratado de Amsterdam, en vigor desde
1999. Parecía en aquel tiempo que Europa estaba en el camino de llegar a ser un
ejemplo para el mundo globalizado al ofrecer una fórmula de superación de los
límites de los Estados nacionales mediante la creación de lazos de solidaridad
entre los distintos pueblos en torno a los derechos fundamentales, en especial
los de contenido social, que darían su rasgo distintivo a ese espacio de
libertad. Pero la integración empezó su
declive con el Tratado de Niza de 2001, la posterior ampliación a los países del este europeo y
siguió con el Tratado de Lisboa. Si siempre ha habido una tensión entre las
libertades económicas y los derechos fundamentales, a partir de 2001 la balanza
se inclinó a favor de aquellas al tiempo que se iniciaba una regresión hacia la
renacionalización. La derecha europea, y en concreto el presidente español de
entonces, Aznar, volvió de Niza con el orgullo difícil de entender de haber
impedido una Europa federal y ahora, de
aquellos polvos, estos lodos, porque al estallar la crisis de 2008 las
instituciones de la UE fueron incapaces de reaccionar, precisamente cuando más
falta hacía la respuesta supranacional. A ellos hay que atribuir una parte de
la responsabilidad de la lamentable situación actual.
Una situación en
la que no solo se están cercenando derechos sociales, es decir, se está
haciendo cargar con el peso de la crisis a los trabajadores, sino que también
se están sacrificando las formas democráticas. El déficit democrático que tiene
el funcionamiento de las instituciones de la UE se ha justificado como algo
transitorio en tanto no emergiera un nuevo pueblo europeo, un demos titular de los poderes soberanos
ante el que los dirigentes supranacionales europeos deberían de rendir cuentas.
Es la justificación, por ejemplo, que hace el Tribunal Constitucional alemán
para mantener sus reticencias a la atribución de competencias a la Unión. La
forma de presentar la crisis por los medios de persuasión ha amedrantado a la
ciudadanía, ha separado a los distintos pueblos, de lo que es muestra la inicua
soledad en la que se ha dejado al pueblo griego, ha acentuado los egoísmos
nacionales y alejado la formación de ese demos.
Pero se da la paradoja de que, a pesar de la renacionalización que se impuso
con el cambio de rumbo de Niza, los
Estados nacionales son tan limitados que ahora no pueden dar respuestas
eficaces, pero también son evidentes las limitaciones de la UE, lo que se está
aprovechando por parte de Merkel y Sarkozy para imponer soluciones que
favorecen a las clases sociales dominantes actuando al margen de los Tratados
en una esfera intergubernamental de más que dudosa legalidad. No hay pues
vuelta atrás a la supranacionalidad, pero la salida a esta crisis se está
haciendo a costa de la democracia que si no se corrige puede tener efectos
desastrosos.
(*) JOAQUIN APARÍCIO é Catedrático de
Direito do Trabalho na Universidade de Castilla-La Mancha, na Espanha,
articulista e conferencista renomado e autor de diversas monografias e artigos
de cunho social, com sua visão larga e crítica da conjuntura
político-social_econômica que oprime os trabalhadores.
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