Terminou ontem, 23.03.2012, em
Cuba, Havana, o VI ENCUENTRO INTERNACIONAL DE ABOGADOS LABORALISTAS Y DEL
MOVIMENTO SINDICAL e o VII ENCUENTRO INTERAMERICANO DE DERECHO LABORAL Y DE
SEGURIDAD SOCIAL, contando com a presença de representação de 17
países: Inglaterra, Itália, España, Estados Unidos, Canadá, México, República
Dominicana, Puerto Rico, Nicarágua, Ecuador, Colômbia, Perú, Venezuela, Brasil,
Argentina e Chile.
O evento cuidou das temáticas do
Mundo do Trabalho, em especial, da questão da violência moral, questões
sindicais, previdenciárias e do direito laboral em cada um dos países e os
efeitos da crise econômica que têm imposto aos trabalhadores que dela não
participaram, ônus pesadíssimo, com a empregabilidade indigna, possibilitado
pelas políticas de precarização e flexibilização e da adoção da terceirização
desenfreada que visam possibilitar aos empregadores um menor custo da mão de
obra em verdadeiro retrocesso social, impondo-se perdas aos trabalhadores e
mesmo à livre organização sindical.
Leia a íntegra do Manifesto da
ALAL refletindo a temática debatida e as preocupações com rumos das propostas
do modelo neoliberal, flexibilizador e precarizador, não só dos ganhos
econômicos dos trabalhadores, mas também da degradação crescente do meio
ambiente geral, incluindo o do trabalho, causador de uma verdadeira tragédia
social, com os aumentos sempre crescentes dos acidentes de trabalho e
adoecimentos ocupacionais.
Foto: Luís Ramíres, Vice-Presidente da ALAL
DECLARACIÓN DE CUBA 2012
Foto: Luís Ramíres, Vice-Presidente da ALAL
DECLARACIÓN DE CUBA 2012
LOS
DERECHOS DE LOS TRABAJADORES Y LA CRISIS. LA INTEGRACIÓN
LATINOAMERICANA COMO RESPUESTA
Quienes
actualmente militamos en la Asociación
Latinoamericana de Abogados Laboralistas (ALAL),
permanentemente destacamos que nuestra materia no es el Derecho del Trabajo,
sino los derechos de los trabajadores. ¿Por qué? Porque es evidente que son dos
cosas absolutamente diferentes. El llamado Derecho del Trabajo es un subproducto
del sistema capitalista y no puede entenderse en otro marco que no sea el
sistema capitalista. En efecto, el Derecho del Trabajo parte de la aceptación
de la segmentación social, reconociendo la existencia de individuos titulares
de bienes, patrimonio, capital, e individuos que sólo tienen su capacidad de
trabajo, la que deben enajenar a los primeros para poder subsistir. El Derecho
del Trabajo no sólo no cuestiona esta división social, sino que la legitima,
otorgándole diversas potestades a los titulares de los medios de producción,
como las de organizar y dirigir la empresa.
Como bien se ha
dicho, el Derecho del Trabajo es el derecho del trabajo dependiente y por
cuenta ajena, que lleva en su código genético un marcado carácter ambivalente:
mejora la condición de la clase obrera de forma significativa, pero consolida
su explotación y aplaza la
emancipación. Por esto es que en la ALAL sostenemos que
nosotros nos ocupamos de los derechos de la clase trabajadora, ya que
rechazamos la tentación de limitarnos a describir la realidad, como hace el
Derecho del Trabajo, y nos proponemos luchar para transformarla.
Y desde ese
preciso lugar venimos planteando la
necesidad de enfrentar la feroz ofensiva que se ha desatado contra los derechos
de los trabajadores, como consecuencia de la grave crisis que sufre el sistema
capitalista. La ALAL ha denunciado en diversos documentos un hecho paradojal:
mientras que por un lado es un dato incontestable la crisis multidimensional
del capitalismo, que refleja el rotundo fracaso de la globalización neoliberal,
por otro lado vemos con perplejidad que las soluciones propuestas son una fuga hacia
adelante, que responde a estrategias de claro cuño neoliberal.
Nuevamente la
salida de la crisis se sustenta en una mayor explotación de la fuerza de
trabajo. La pasión ideológica de austeridad de los gobiernos, impuesta por la
troika formada por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y
la Comisión Europea ,
está llevando al recorte de las jubilaciones, al alargamiento de la vida activa
laboral, el abaratamiento de los despidos, la eliminación de viejas conquistas
sociales, reducción de los subsidios a los sectores sociales más necesitados,
regulaciones regresivas de las pensiones, y recortes de derechos laborales. En
definitiva, un retroceso histórico, con millones de personas que son despojadas
de sus derechos y, muchas de ellas, arrastradas a la desocupación y a la
pobreza.
Es evidente
quienes son los que están pagando las consecuencias de la crisis económica
mundial. No los banqueros (sus principales responsables), que han recibido
billones de dólares de las arcas estatales, mientras se dice que no hay dinero
para los ancianos, los enfermos, o los desocupados. Lo paradójico es que, ante
lo que parece una crisis terminal del sistema capitalista, ya no sólo se nos
plantea que la idea de reemplazarlo por otro es una antigüedad, sino que ahora parece que tampoco es posible
reformarlo tratando de compensar sus aspectos más duros. En esta nueva
coyuntura histórica, el “Estado de bienestar” está siendo enviado al arcón de
los recuerdos.
Hoy Europa es el
centro de la crisis económica, y los trabajadores de España, Grecia, Italia y
otros países de la región sufren medidas de ajuste draconiano, con las mismas
recetas aplicadas en Latinoamérica en los `90. Esto se ve agravado por la
hegemonía política de la derecha en la mayoría de los países de la zona del
euro, y por la llegada a los gobiernos de tecnócratas, banqueros y economistas,
que responden a las directivas de los grandes centros de poder económico
mundial.
Para vencer este
nuevo ataque contra los derechos de los trabajadores y de los sectores
populares, se requiere mucho más que voluntarismo o discursos de transformación
social. Una auténtica lucha para dar una salida diferente a la crisis de la
economía mundial, exige globalizar las respuestas, y desde Latinoamérica eso se
llama INTEGRACIÓN.
La integración
regional, que debe ser social, cultural y política, y no sólo económica, es el
proyecto más valioso e impostergable que hoy convoca a los latinoamericanos. Todo
nos une, comenzando por el común pasado ibérico de la inmensa mayoría de los
latinoamericanos, que no sufren barreras idiomáticas y que no conocen los odios
raciales o religiosos que hay en vastas regiones del planeta. Los procesos
históricos, desde las luchas de la Independencia, son prácticamente los mismos
en cada país latinoamericano. Por ello resulta inexplicable que doscientos años
después la integración sea una asignatura pendiente. Poderosos intereses ajenos
han actuado para que ello sea así, con la complicidad y traición de un sector
de la clase política local.
La existencia de varios gobiernos en la región
que, con sus propias realidades, encarnan procesos políticos comprometidos con
los intereses populares, y
algunas experiencias e iniciativas en cuestiones de integración, como el
MERCOSUR, el ALBA, la
Comunidad Caribeña y otras, y más recientemente la
CELAC, permiten
vislumbrar una ocasión histórica para el desarrollo de proyectos de
emancipación a escala latinoamericana. Pero no hay tiempo que perder, ya que la
feroz ofensiva desatada contra los derechos de los trabajadores y de los
sectores sociales más vulnerables, que hoy tiene su epicentro en Europa, más
temprano que tarde llegará a nuestros países.
En tal caso, la
solidaridad e integración entre los pueblos latinoamericanos deberá ser la
valla de contención del nuevo ataque contra sus derechos. Estamos convencidos
que hay que abandonar las actitudes meramente defensivas y establecer con precisión
el modelo de sociedad en el que queremos vivir y el sistema de relaciones
laborales que estamos dispuestos a aceptar. Sociedades más abiertas, más
libres, más representativas, más justas, más solidarias, más transparentes, que
rindan cuentas, y que no estén sometidas al capricho de los poderosos. Estados
fuertes que sean promotores del desarrollo económico y social y,
fundamentalmente, de una distribución justa de la riqueza, con solidaridad
social. Democracias reales en las que exista absoluto respeto de los derechos
humanos, entre los que deben ser incluídos los derechos laborales y sindicales.
En esta dirección
se encuentra el proyecto de Carta Sociolaboral Latinoamericana, que la ALAL
viene promocionando desde hace varios años, como una propuesta al movimiento
obrero de un nuevo modelo de relaciones laborales, con valores y principios
diferentes y opuestos a los del modelo neoliberal que predomina en el mundo.
Es el aporte de
los abogados laboralistas al proceso de integración latinoamericana, ya que
postula un sistema de derechos y garantías laborales – uniforme para todos los
trabajadores de la región – que hace eje en el respeto irrestricto de la
dignidad de la persona que trabaja por cuenta ajena. Por lo tanto, no es un
simple amontonamiento de derechos, o un rosario de buenos deseos, sino que
pretende ser un nuevo paradigma en las relaciones laborales, que parte de
reconocer que en el contrato de trabajo la persona se compromete física,
mental, emocional y espiritualmente, y que es imposible separar lo que se hace
del que lo hace.
Si el siglo XXI
es el siglo de los derechos humanos, y éstos se apoyan en el reconocimiento de
la dignidad de la persona humana, entonces cae de maduro que en el contrato
laboral está siempre en juego la dignidad del individuo que trabaja, y ésta es
o debe ser la clave de bóveda de todo el sistema. Si en el modelo de relaciones
laborales vigente el trabajo es una mercancía sujeta a las leyes del mercado,
entonces se comprenderá cabalmente por qué la Carta Sociolaboral
Latinoamericana representa la pretensión de un cambio de
paradigma.
El proyecto es
ambicioso, porque postulamos resignificar todos los conceptos, a punto de
partida de una mirada diferente y desde otro lugar. Nosotros sostenemos el
derecho de los trabajadores a relaciones laborales democráticas y
participativas, en las que ellos sean sujetos activos que gozan de plena estabilidad
en sus puestos de trabajo. En nuestro modelo, la Libertad Sindical
es la única garantía para el ejercicio de todos los derechos laborales. Por eso
hemos denunciado permanentemente a países latinoamericanos en los que se violan
sistemáticamente los derechos sindicales de los trabajadores, que en muchos
casos pagan con su libertad y con su vida la pretensión de ejercerlos, con
complicidad de los Estados y de los organismos internacionales que deben controlarlos.
Los sectores
sociales dominantes han contado con la concentración y monopolio de los medios de
comunicación, que obligan a las grandes mayorías a consumir únicamente sus
propuestas imponiendo sus propias e interesadas interpretaciones del pasado,
del presente y del futuro. Así, mediante el bombardeo de falsos slogans, que por
repetidos terminan pareciendo verdaderos, han logrado ganar la madre de todas
las batallas: la batalla cultural, influyendo en el sentido común de la gente,
de modo tal que los perdedores, los marginados, terminan aceptando como inevitable
e inmodificable la
derrota. Hay un sentimiento generalizado en la sociedad de
que nuestras vidas están dominadas por fuerzas que escapan a nuestro control,
lo que lleva a la desesperanza y la resignación.
Por eso nuestro
proyecto de una Carta Sociolaboral Latinoamericana, sólidamente fundado y
apoyado en la opinión doctrinaria de los mejores juristas latinoamericanos,
españoles e italianos, propone desandar el paradigma neoliberal de las
relaciones laborales, pero, fundamentalmente, pretende producir un cambio
cultural en los trabajadores, derribando los mitos que impiden pensar en la
posibilidad de un paradigma diferente. Deben creer que ese cambio no sólo es
posible, sino que es absolutamente justo y necesario.
A lo largo y a
lo ancho del mundo han empezado a aparecer movimientos que tiene una postura
crítica frente al orden social establecido. Que denuncian sus lacras y miserias
y ponen en jaque su legitimidad, pero no siempre tienen en claro hacia dónde
van. En cambio, la Carta Sociolaboral
Latinoamericana define claramente un nuevo modelo de
relaciones laborales, apoyado en los valores y principios del Derecho
Internacional de los Derechos Humanos, y anclado en el proceso de integración
latinoamericana. Ahora está en manos de las organizaciones sindicales abrir el
debate sobre su contenido, para – posteriormente – incidir sobre los Estados de
la región para que coloquen en la agenda política regional su aprobación.
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