Declaração do Comitê
Executivo da ALAL
DECLARACIÓN DE MEDELLÍN
Tal como la Asociación
Latinoamericana de Abogados Laboralistas lo anticipó en
diversos documentos, en los albores de la crisis económica mundial desatada con
la quiebra de Lehman Brothers, sus consecuencias se descargan impiadosas sobre
las espaldas de los trabajadores y de los sectores sociales más vulnerables.
El
ajuste estructural en algunos países europeos ha sido draconiano, y el costo
social tremendo, no como un efecto no querido, sino como consecuencia natural y
lógica de su diseño. Quienes levantan sus voces para destacar los efectos
provechosos del ajuste, ocultan arteramente los datos de una concentración del
ingreso que alarma.
Con
elevados índices de desocupación, que se duplican o triplican entre los
jóvenes, no debe sorprender a nadie que hoy millones de europeos se encuentren
bajo el nivel de pobreza, mientras lo que queda del llamado “Estado de
Bienestar” es demolido con prisa y sin pausa.
Es
claro quienes están pagando el precio de una hipotética salida de la crisis. No los bancos
ni los banqueros, que habiendo colocado el borde del precipicio al orden
financiero mundial, se han embolsado sin sonrojarse los billones de dólares que
han puesto los Estados para su salvataje. El costo de la crisis la pagan los trabajadores,
los ancianos, los niños, los jóvenes sin futuro, los enfermos y los
desocupados, víctimas inocentes de la “austeridad” que reclaman los organismos
financieros internacionales. Paralelamente se profundiza una estremecedora
concentración del ingreso, que lejos de ser un “daño colateral” del ajuste,
responde con lógica a las medidas políticas y económicas adoptadas.
La
salida de la crisis económica y financiera mundial no puede venir de la mano de
los sectores y grupos que históricamente se han beneficiado con las pautas y
reglas de juego del sistema capitalista, y que ahora buscan una justificación
“científica” para el ajuste. Para ello recurren a la manipulación intelectual
de los individuos, a los que bombardean constantemente con falsos slógans,
gracias al monopolio que ejercen sobre los medios de comunicación masiva. Esto
ocurre mientras paralelamente se presentan como paladines de los derechos
humanos que, en la práctica, le son negados a grandes sectores de la población.
La
globalización capitalista es un dato de la realidad, como reiteradamente hemos
reconocido. No podemos cometer la ingenuidad de negarla, pero no podemos dejar
de decir que está diseñada en función de los concretos intereses de los
sectores sociales dominantes en el planeta, y de su búsqueda incesante del
máximo beneficio económico posible, sin límites éticos o morales. Como tampoco
podemos dejar de recordar que la supresión de las barreras y el abatimiento de
las fronteras nacionales sólo alcanza a la circulación de bienes y capitales,
pero no a las personas. Por el contrario, día a día vemos como aumentan las
restricciones a las migraciones y los comportamientos xenófobos.
Esta
globalización produce una enorme presión en el mundo del trabajo, pretendiendo
introducir profundas transformaciones en los sistemas de relaciones laborales,
para alcanzar uno de sus objetivos: mano de obra dócil y barata. Y en esta
tarea aparecen muchos gobiernos latinoamericanos, compitiendo ferozmente para
demostrar que han hecho los deberes impuestos por el FMI, el Banco Mundial, la
OCDE, etc., con la esperanza de resultar atractivos a los inversores y
especuladores.
¿Qué
podemos hacer los trabajadores, las organizaciones sindicales, los estudiantes
y todos los que estamos comprometidos con la defensa de los derechos e
intereses de la clase obrera, para contrarrestar los efectos nefastos de la
globalización? En primer lugar tomar plena conciencia de las falsedades del
discurso, que plantea que esa es la única forma posible de vida para la humanidad. Rechazar
de plano la idea de que el sistema capitalista es como un hecho de la naturaleza
y, por lo tanto, inevitable, tal como pretenden hacernos creer.
En
segundo lugar, comprender que la respuesta imprescindiblemente debe ser también
global. El internacionalismo que pregonaba el movimiento sindical en
sus albores, es hoy una dramática necesidad estratégica. Y, desde nuestro lugar
en el mundo, Latinoamérica, la palabra
es integración. Pero, como siempre hemos dicho, no una integración que se
limite a eliminar algunas barreras aduaneras, sino una integración social,
política y cultural, tal como lo imaginaron nuestros héroes de las luchas por
la Independencia.
En
esa dirección se inserta la propuesta de la ALAL de una Carta Sociolaboral
Latinoamericana, que pretende producir un cambio radical en el paradigma de
relaciones laborales que hoy esta vigente en la inmensa mayoría de los países.
Es nuestro aporte para que la clase trabajadora pueda, primero debatir, y luego
proponer a los gobiernos de la región su propio modelo de relaciones laborales.
Un modelo cuyo eje sea el reconocimiento de que en toda relación de trabajo
siempre está en juego la dignidad del trabajador y, a partir de ahí, la
aceptación de que sus derechos son derechos humanos.
Medellín,
noviembre 2013
Por Comité Ejecutivo de la ALAL
Presidente
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