Leia a íntegra do discurso de posse de Hugo Cavalcanti como Presidente da ALJT - Associação Latino-Americana de Magistrados do Trabalho, gestão 2015/2017.
Foto: Hugo Cavalcanti
Señoras y Señores:
Entre
2008 y 2010 tuve la gran honra de presidir la Asociación Lationamericana de
Jueces del Trabajo. Hace 5 años que, aquí mismo en Buenos Aires, en memorable
solemnidad, transmití el cargo al querido amigo Oscar Zas. Transcurrieron cinco
años de exitosas gestiones, durante las cuales , aún sin integrar el Directorio
Ejecutivo de la entidad, procuré ofrecer todo el apoyo posible. Acompañé, con
alegría, la consolidación de nuestra entidad y el suceso de las iniciativas
tomadas, bajo el comando de Zas y, después, Roberto Pompa. Después de combatir
un buen combate, me preparaba para, como Paulo,
concluir una carrera y conservar la fe.
Ocurre que una serie de concidencias me condujeron a la circunstancia de
estar aquí, hoy, para asumir una vez más la presidencia de ALJT.
Aclaro,
desde luego, que el hecho de no haber buscado esta condición no quiere
significar que estaré menos entusiasmado o empeñado en llevas adelante los
propósitos de la asociación. No tengan duda de que sigo firma en la disposición
de trabajar por un modelo democrático de magistratura y por un Poder Judicial
que atienda los anhelos de nuestros pueblos.
Guiado
por este compromiso, haré todo lo que
esté a mi alcance para honrar la confianza que en mí han depositado. Dedicaré
lo mejor de mi limitada capacidad, con entusiasmo cotidiano, coraje y
permanente disposición. Pondré la agenda
de la entidad en primer plano, aún en detrimento de anhelos personales y
expectativas familiares. Me anima la palabra de Pepe Mujica: “haga de su vida
la aventura de no apenas soñar con un mundo mejor sino de vivir una vida
luchando por él”.
El
desafío es gigante. Los directores y consejeros que asumen hoy los cargos en la
ALJT tendremos que afrontar problemas gravísimos, en cumplimiento de la
determinación estatutaria de luchar por la existencia de una justicia laboral
independiente y democrática.
La
democracia es la mejor manera de gobernar un Estado, para asegurar derechos esenciales, libertades
e igualdad política, valorizar la paz,
la autodeterminación, el desarrollo humano. Para que la democracia existe es
necesario un Poder Judicial independiente interna y externamente.
La
independencia judicial, antes que ser un privilegio del juez, se constituye en
un valor de extrema importancia para la democracia. En cualquier lugar en que
se asegure la total independencia del Poder Judicial es mayor la probabilidad de un
desenvolvimiento regular del juego democrático, con la efectiva protección de
los derechos fundamentales y el control regular de todos los poderes públicos. Cuanto menor sea la subordinación del
PoderJudicial al Poder Político, mayor es el equilibrio institucional y
democrático (GOMES, 1997:·9).
Quede
en claro que la independencia judicial presupone la independencia interna y la
independencia externa del magistrado. Para ser externamente independiente, el
magistrado no puede estar, en el acto de juzgar, siquiera mínimamente sometido
al Poder Político. Será tanto o más independiente cuanto menor sea su sujeción
a interferencias externas. Ésta es la que se denomina independencia política
del juez. La libertad de ejercer la jurisdicción subordinándose solamente a las
leyes constitucionalmente válidas y a su propia conciencia. Internamente
independiente es el juez que no se somete
a las presiones que tienen origen dentro de la propia estructura de la
Justicia. Y el juez funcionalmente independiente es quien, en el ejercicio de
la actividad jurisdiccional no se sujeta a los órganos de administración de las
Cortes, a las estructuras de gobierno de la magistratura.
La
estructura piramidal en que se organiza la justicia desfavorece la
independencia interna. Este problema se reproduce en la relación entre todas
las instancias. El pragmatismo, la disciplina y la jerarquía judicial son
enseñados a los nuevos jueces en los cursos de formación.
Lo
que se quiere es que el magistrado, de integrante de una elite político
administrativa, pase a ser un técnico-perito en el acomodamiento de la ley al
hecho social, transformándose de ‘constructor de orden’ en garantizador de las
condiciones de previsibilidad –la “certeza jurídica” necesarias para la
expansión de la vida mercantil.
Por otra parte, a
diferencia de lo que ocurre en las democracias centrales, donde los
defectos de la estructura judicial son compensados por elementos de otro orden,
permitiendo el mantenimiento del Estado democrático, en los países periféricos,
donde los factores democratizantes son mucho más escasos, los fenómenos
negativos observables en cualquier democracia se revelan de manera más radical.
En esa estructura, la forma
degenerada de un poder judicial independiente es un sistema de corte
politizado, en el que las decisiones judiciales están sujetas a fuertes
presiones externas o a controles, lo que constituye el defecto estructural más
común en las regiones en desarrollo como América Latina, en las que la
construcción de un poder judicial efectivamente democrático se impone como
necesidad vital.
La construcción de un nuevo
modelo de magistratura constituye un gran desafío. Demanda determinación,
coraje y desprendimiento. Para ser democrática e independiente, como leciona
Zaffaroni, la magistratura precisa ser transparente en sus acciones, luchar por
la ampliación del acceso a la
Justicia , mejorar la calidad de su servicio, ser confiable,
luchar contra el corporativismo y el nepotismo, abandonar prácticas vetustas y,
principalmente, asegurar la plena independencia judicial. Particularmente, los
jueces de trabajo precisan actuar en el sentido de preservación de la tutela
estatal al trabajador hiposuficiente, oponiéndose firmemente a la
desregulación, a la flexibilización y a la precarización del trabajo.
La transformación del
judiciario, la transición para un modelo de judiciario que pueda,
efectivamente, servir a la ciudadanía, a partir de la construcción de un nuevo
modelo de magistratura, es el papel del asociativismo de los jueces. Y no puede
caber duda de que la acción de la magistratura apoyada en una estructura
organizativa consolidada y en un proyecto específico, con objetivos puestos en
la transformación de la sociedad, viene alcanzando suceso en algunos países de
América Latina.
Por otra parte, no se puede
olvidar que en algunos ambientes los jueces no han logrado alcanzar nivel
organizacional que permita una interferencia significativa en las cuestiones
políticas que les conciernen. Más aún que eso, la falta de una entidad
supranacional que reúna a las entidades existentes o, en ausencia de éstas
,congregue, aún individualmente, jueces de todos los países, permitiendo
compartir experiencias y la confluencia de propósitos como medio de
fortalecimiento político, se viene constituyendo en un obstáculo para el avance
de la lucha asociativa.
En el caso específico de la
magistratura del trabajo, esta circunstancia se hace sentir en forma más grave.
Pocos son los países en que los jueces de trabajo se organizan asociativamente,
hecho que perjudica, cuando no inviabiliza, tanto su movilización cuanto el
tratamiento de los temas que son de su interés específico.
Ésta es la razón de la
existencia de ALJT y el fundamento de actuación de la entidad.
Lucharemos decididamente contra
las amenazas a la independencia judicial en toda la América Latina, como
ocurre, por ejemplo, en Ecuador, donde
jueces actúan bajo la permanente amenaza de procedimientos
administrativos y judiciales, inclusive criminales, en algunos casos sin la
tipificación de la conducta o la configuración de culpa. Hay jueces encarcelados en Ecuador, sin la
observación del principio de la presunción de inocencia.
Actuaremos sin tregua por la
democratización del Poder Judicia, en busca, por ejempolo , de la garantía de
elección directa de los dirigentes del os Tribunales y de los integrantes del
Consejo Nacional de la Magistratura, como viene siendo conquistado,
paulatinamente, en Brasil.
Por otro lado, la tentativa de
fragilización de la Justicia del Trabajo será igualmente combatida. Seremos
incansables en el sentido de ver
finalmente provistos los cargos vacantes de juez, algunos hace casi una década,
en la República Argentina y , sobre todo, en Buenos Aires.
Buscaremos destruir los
impedimentos hoy existentes para el ejercicio del derecho de asociación,
gravemente afectado en Venezuela y en Ecuador.
Se impone, también, la acción
decidida contra la precarización del trabajo, especialmente contra la
tercerización de la mano de obra. Hay 13 millones de trabajadores tercerizados
en Brasil. Tramita en el Congreso
Nacional un proyecto de ley por el que se pretende autorizar la
tercerización en cualquier etapa de la actividad empresarial. La empresa
Samarco, que causó el mayor desastre ambiental de la historia de Brasil. En
Mina Gerais, anuncia el despido de 14 mil trabajadores tercerizados. En Chile
el 70% de la mano de obra ya está tercerizada. En México, un solo banco despidió cerca de 30 mil
empleados para readmitirlos por una empresa interpuesta.
Del mismo modo tenemos que
actuar, en conjunto con los órganos estatales de los diversos países, en el combate contra el trabajo esclavo. En los
últimos 20 años fueron liberados, en Brasil, 50.000 trabajadores en condiciones
análogas a las del esclavo, no solamente en el campo sino en grandes ciudades,
como San Pablo, donde son explotados migrantes bolivianos. Una buena bandera,
en ese sentido, sería el estímulo y la ratificación del protocolo adicional a
la Convención 29 de la Organización Internacional del Trabajo.
Seguiremos actuando por la
eliminación del trabajo infantil y de los accidentes de trabajo, inclusive en
le sentido de reconocimiento de la competencia de los jueces de trabajo para el
juzgamiento de la causas respectivas.
Vemos con gran preocupación la
precarización del trabajo en el ámbito del
empleo público, con la eliminación de derechos clásicos y la
tercerización desenfrenada en actividades esenciales.
Allí están ,en pocas líneas, los
principales ejes de la actuación de ALJT en los próximos años.
Sobre todo, mantenemos erguida
la bandera de prevalencia de los tratados sobre derechos humanos sobre la ley
nacional. Toda ley ordinaria, para ser válida, debe contarcon una doble
compatibilidad vertical materia; o sea, debe ser compatible con la Constitución
así como con los tratados de derechos humanos, porque la norma internacional
irradia una especia de “eficacia paralizante” sobre la norma nacional que le es
inferior. Como corolario, se impone un doble
control de verticalidad o de constitucionalidad, y otro de
convencionalidad, comprensión ya
consolidada en el ámbito del sistema interamericandeo de protección dee los
derechos humanos, desde el juzgamiento por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos en el caso Almonacid Arellano y otros vs. Chile, en 26 de septiembre de
2006; como también la necesidad de promoción del control de convencionalidad
por los órganos jurisdiccionales nacionales ,
como ha sido decidido en el caso
Trabajadores Cesanteados del Congreso (Aguado Alfaro y otros) vs. Perú.
Señoras y Señores:
Antes de concluir, quiero rendir
mis homenajes a todos los dirigentes que se retiran, lo que hago en la persona
del presidente Roberto Pompa. Hombre inteligente, talentoso y activo, que se
despide de sus atribuciones en los últimos tres años y nos entrega a la ALJT,
hoy, todavía más respetada y consolidada. Muchas gracias, Roberto.
Agradezco, ahora, por el ejemplo y por el estímulo, a
Mario Elffman. LA ALJT no existiría si no hubiera sido soñada por Mario
Elffman, y, después, por Antonia Mara Loguercio, sueño generosamente compartido
conmigo y con otros compañeros, como Grijalbo Coutinho, Madalena Telesca y Luis
Raffaguelli; que nos permitió, como entusiastas seguidores, llevar adelante la
tarea de llevar adelante la tarea de transformar el sueño en realidad. Espero
seguir contando con el apoyo y la colaboración de todos.
Y a los colegas que asumen
conmigo este desafío, ofrezco la sentencia de José Martí: “Juntarse: ésta es la
palabra del mundo”. Juntos, lograremos realizar nuestros elevados propósitos.
MUCHAS GRACIAS.
(*)
Hugo Cavalcanti Melo Filho é Professor Adjunto de Direito do
Trabalho da Faculdade de Direito do Recife (UFPE) e Professor Titular de
Direito do Trabalho da Faculdade Marista do Recife e da Escola Superior da
Magistratura Trabalhista da 6.ª Região. Ocupa a Cadeira n.º 10 da Academia Pernambucana
de Direito do Trabalho. Foi presidente da Associação Latino Americana de Juízes
do Trabalho e da Associação Nacional dos Magistrados da Justiça do Trabalho.
Foi Conselheiro do Conselho Nacional do Ministério Público, sendo recém
empossado o Novo Presidente da da ALJT, Associação Latino Americana de Juízes
do Trabalho, gestão 2015/2017.
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